domingo, 7 de septiembre de 2014

EL RÍO DE LA VIDA

Ellos se encontraron en el bullicio de la selva pavimentada, ese día ella ignoraba el cambio en su dinámica laboral que tendría que afrontar en los días venideros. Él sin preverlo, pero con la intuición de los sabios la invitó a olvidarse de los días cotidianos, a dejarse acariciar por el agua de las montañas que rodeaban aquella ciudad. Ella trató de resistirse, pues sabía que no debía aceptar dicha invitación, los días estaban friamente calculados: los niños, la casa, el colegio, el supermercado, Liliana Bodoc, Mozart. Pero sus ojos, los de él, fueron su talón de Aquiles, el de ella. Sólo bastaba mirarlo para entender el fondo de su alma. Las palabras no eran suficiente pretexto para comprender toda esa belleza acumulada. Simplemente con sus ojos la convenció de respirar otro aire, de sentir la energía de la naturaleza. Ella se dejó llevar sin entender la trascendencia de sus acciones, parecía hipnotizada, ella misma no comprendía su escasa voluntad par a evadir su presencia. Él, por su parte también empezó a violentar su rutina con aquellos encuentros inesperados, sus manos se perdían en un solo sentir, en un abismo insondable, enloquecedor. Era el río de la vida que se los llevaba en su corriente impredecible, el camino que empezaban a recorrer sin haberlo esperado, era el encuentro de unas almas perdidas en las rutinas que nos inventamos todos los días. Eran ellos incomprendidos, con sus miradas obnubiladas, afortunado encuentro de un par de fabricantes de sueños.
Diciembre de 2010

No hay comentarios: