Diciembre de 2010
Los y las cronopias van por el mundo atrapando sueños, les encanta verse en el reflejo del agua, mirar hacia el cielo, sentir la brisa que acaricia sus pieles delicadas. En ocasiones besan los recuerdos que se encuentran al andar, no se arrepienten del pasado, pues gracias a este son lo que en el presente. Cuando saborean un recuerdo amargo toman un poco de aguita de coco para suavizarlo y siguen por la vida acariciando imágenes que se entremezclan con palabras y pensamientos.
domingo, 7 de septiembre de 2014
EL RÍO DE LA VIDA
Ellos se encontraron en el bullicio de la selva pavimentada, ese día ella ignoraba el cambio en su dinámica laboral que tendría que afrontar en los días venideros. Él sin preverlo, pero con la intuición de los sabios la invitó a olvidarse de los días cotidianos, a dejarse acariciar por el agua de las montañas que rodeaban aquella ciudad. Ella trató de resistirse, pues sabía que no debía aceptar dicha invitación, los días estaban friamente calculados: los niños, la casa, el colegio, el supermercado, Liliana Bodoc, Mozart. Pero sus ojos, los de él, fueron su talón de Aquiles, el de ella. Sólo bastaba mirarlo para entender el fondo de su alma. Las palabras no eran suficiente pretexto para comprender toda esa belleza acumulada. Simplemente con sus ojos la convenció de respirar otro aire, de sentir la energía de la naturaleza. Ella se dejó llevar sin entender la trascendencia de sus acciones, parecía hipnotizada, ella misma no comprendía su escasa voluntad par a evadir su presencia. Él, por su parte también empezó a violentar su rutina con aquellos encuentros inesperados, sus manos se perdían en un solo sentir, en un abismo insondable, enloquecedor. Era el río de la vida que se los llevaba en su corriente impredecible, el camino que empezaban a recorrer sin haberlo esperado, era el encuentro de unas almas perdidas en las rutinas que nos inventamos todos los días. Eran ellos incomprendidos, con sus miradas obnubiladas, afortunado encuentro de un par de fabricantes de sueños.
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